En el análisis de la conducta, el lenguaje ordinario se refiere al conjunto de formas de hablar que han sido reforzadas socialmente en una comunidad verbal, sin necesidad de una correspondencia precisa con las condiciones físicas o funcionales del comportamiento. Es decir, son modos de hablar que surgen del uso cotidiano del lenguaje, moldeados por la cultura, más que por una descripción técnica o científica de los hechos.
El lenguaje ordinario no distingue entre causas y correlaciones, ni entre descripción y explicación. Por eso, puede llevar a confusiones cuando se usa para hablar sobre el comportamiento humano. Por ejemplo, cuando alguien dice «lo hizo porque quería», está usando un lenguaje que da por hecho que los deseos son causas internas, cuando en realidad eso es una forma cultural de resumir una historia de reforzamiento.
Este tipo de lenguaje es útil, eficiente para la comunicación diaria, pero impreciso desde un punto de vista analítico. Para un análisis conductual, es necesario traducir el lenguaje ordinario a términos que permitan identificar relaciones funcionales entre estímulos, respuestas y consecuencias.
Cuando hablamos en el día a día, usamos palabras que hemos aprendido sin pensar demasiado en lo que realmente significan. Decimos cosas como “lo hizo por amor”, “me sentí obligado”, o “no sé, fue una corazonada”. Estas frases nos ayudan a comunicarnos rápido y todos las entendemos porque las usamos desde niños. Pero si queremos entender a fondo por qué alguien hace algo, ese lenguaje no nos da respuestas claras.
El lenguaje ordinario a veces nos hace creer que las causas de lo que hacemos están “dentro” de nosotros: en la mente, en el alma, en el carácter. Pero en realidad, lo que hacemos tiene que ver con lo que hemos aprendido, con lo que nos ha pasado, con lo que obtenemos o evitamos cuando actuamos de cierta manera.
Ejemplos cotidianos del lenguaje ordinario:
- “Juan está triste, por eso no vino.”
En lenguaje ordinario, eso suena como una explicación. Pero desde el análisis de conducta, podríamos preguntarnos: ¿Qué pasa cuando Juan está en ciertos ambientes? ¿Qué consecuencias ha tenido antes el no asistir? ¿Qué refuerza su permanencia en casa? - “No estudia porque es flojo.”
Aquí se usa una etiqueta («flojo») como si fuera la causa de no estudiar. Pero no es una causa, es una palabra que describe lo que hace. La verdadera pregunta sería: ¿qué pasa cuando intenta estudiar? ¿Hay reforzamiento? ¿O está siendo castigado o ignorado? - “Se enojó porque no lo saludaron.”
El lenguaje ordinario condensa la situación en una emoción. Pero lo importante es: ¿qué ha aprendido esa persona respecto a ser saludada? ¿Qué función tiene su enojo? ¿Consigue atención, evita algo?
El lenguaje ordinario es el idioma que todos usamos, pero que muchas veces nos confunde si lo tomamos como verdad literal sobre por qué hacemos lo que hacemos. Para analizar el comportamiento de forma científica, necesitamos ir más allá de estas frases hechas y observar lo que realmente está pasando entre una persona y su entorno.